Mientras vagaba por la calle, medio zombi hacia el trabajo,
me resultaba bastante cachondo traducir los nombres magiares literalmente:
Ferenc Deák sería la Plaza Francisco Bachiller,
El famoso
compositor Ferenc Liszt sería Paco Harina (¡¿quién lo hubiera dicho?!);
El futbolista Ferenc Puskás, Pancho Fusilero (de ahí que le llamaran
“Cañoncito Pum Pum”);
László József Bíró, inventor del bolígrafo, sería Luis José
Juez;
György Kemény, que creó el primer lenguaje de programación,
sería Jorge Comino;
János Sonka, el inventor del carburador, sería Juan Jamón;
József Galamb, que diseñó el coche Ford T, se llamaría José
Palomo;
André Kertész, ese fotógrafo que tanto me gusta, sería
Andrés Jardinero;
Anna Sipos, 11
medallas de oro de tenis de mesa, si fuera “Sípos”, sería Ana Chiflada;
Su compañero de juego, Viktór Barna, cinco veces campeón mundial, Víctor Marrón;
Andrea Gyarmati, campeona olímpica de natación en 1972,
sería Andrea Colonial.
Leó Szilárd, físico atómico húngaro, se traduciría como
Leonardo Sólido;
Imre Nagy, presidente de la Revolución de 1956, se
convertía en Emerico Grande;
György Soros el multimillonario, Jorge Seriado;
El apellido Pataki, como la actriz Elsa, significa “del
arroyo”;
Incluso, liberando mi creatividad, sin ánimo de
ofender, el apellido Sárközy,
pronunciado a la francesa (magyarul: szar
– köz – i) se traduciría aproximadamente como “de entre mierdas”.
Pero sólo
es un juego de palabras producidos por el aburrimiento. Yo también he sufrido
numerosas confusiones malentendidos y bromas con mi nombre y mis apellidos. En
Inglaterra un empleado de las ferrovías se echó a reir porque dijo que “Miguel”
era como “My girl”. Luego está la gente que te pregunta si tienes más de ángel
o de diablo y tú no sabes qué responder. Mi primer apellido suena en el
extranjero algo aristocrático. El segundo ha sido confundido por Frochoso,
Flechoso, Frechosa, Pedroso, etc… la confusión más reciente fue un documento oficial
húngaro donde me llamaban Lechoso. Y hoy mismo un "Hombre Telefónico" de una tienda online me ha dicho que mi nombre era demasiado largo para sus ficheros...
Ya véis... a todo cerdo le llega su San Martín.
(O, como dijo un día, muy cabreada, la profesora que trabajaba
conmigo: “A todo cerdo le llega su San Benito”)