03 marzo, 2013

No es un frac, es un forro polar.

Mis amigos suizos de Basilea, Claudio, Mish y Grish, me visitaron en Hungría y describieron el alemán que hablan los húngaros como “alemán con flores”. Debían referirse a las florituras y parsimonias que se recuerdan desde los ceremoniales del Imperio Austro Húngaro hacia 1900. Los húngaros siguen hablando así y haciendo todo así, con muchas florituras de modo que realmente lo hacen sentir a uno en cualquier restaurante como si fuera un Gróf *. 

Los húngaros a cualquier cosa le ponen amor, elaboración, cuidado y esmero. Si te ponen un tomate en el plato, estará cortado de forma que parezca un diamante; si te ponen un pepino, estará esculpido como un tulipán; si es un café, tendrá un corazón dibujado en la espuma; si es mantequilla, formará finos giros salomónicos, si te haces una foto para el carnet el fotógrafo también te indica que contorsiones tu cuello y te exprimas como los anteriores alimentos, para sacar tu mejor escorzo. 

Como ejemplo de esmero y elegancia os quisiera servir a los camareros de Miskolc, mucho más amables de lejos que los de la capital. 

El Restaurante Impresszó de Miskolc. 
Aquella noche de 2004 fui con las tres francesas a cenar restaurante Impresszó de Miskolc. Elegimos la mesa que se encuentra inmediatamente detrás de la columna central.  
Al sentarme, el camarero inesperadamente se colocó detrás de mí. Me quedé sin habla cuando noté que me ayudaba a desprenderme de la prenda que llevaba puesta. 
Pero no era un frac, ni siquiera una chaqueta, sólo era un forro polar. El camarero, o, mejor dicho, el metre, trató a mi viejo y despeluchado forro polar como si fuera un abrigo de visón y lo colgó en el perchero, junto a abrigos de cuero y otras prendas de vestir bastante charming. 

El camarero tomó nota de nuestras bebidas y anotó también un paquete de tabaco para una de mis amigas. Regresó con un plato en cuyo centro se situaba graciosamente un paquete de “Multifilter Azul”. El camarero depositó el plato en la mesa y entonces nos pilló por sorpresa: cogió el paquete y abrió el precinto, retirando el plastiquito y abriendo la tapa del paquete. Propinó unos golpes en el culo del paquete ante nuestra mirada atónita. Yo pensaba que iba a fumarse un cigarro del paquete de mi amiga, sin permiso ni nada. Pero cuando tres cigarros asomaron, como los hermanos Dalton, por la obertura lo depositó apoyado sobre la tapa de modo que los cigarros se mostraban apetecibles y tentadores ante nosotros. Tras esta ceremonia del apertura del tabaco, el camarero se retiró. Nosotros nos miramos a los ojos, incrédulos. 

Entonces una de mis amigas francesas sacó un cigarro y, no bien se lo puso en los labios, cuando la mano del camarero apareció de la nada chasqueando un mechero que hizo prender la punta durante la primera bocanada de humo. Escuché cómo crepitaba melodiosamente la hebrá ardiente del cigarrillo y aspiraba mi amiga el humo. El camarero se retiró sigilosamente para regresar dos minutos después con nuestras bebidas. 

No hay nada que hacer: no se puede competir con la hospitalidad húngara.

Una noche en el Shannon Pub, el bar irlandés de Miskolc, mi vaso de vino tinto estaba demasiado frío. Mi sabio paladar me indica cuando el tinto está tan frío que pierde su sabor, de modo que para la segunda copa pedí al camarero que se acercase. Le hablé intentando ser tan educado y elegante como ellos: 

- Elnézest! ¡Disculpe! ¿sería posible pedir una copa del mismo vino, pero de una botella que no estuviese en el frigorífico, es decir, sin enfriar?

El camarero frunció el ceño durante una milésima de segundo y después sonrió con una idea y dijo "Persze!" (¡Por supuesto!). Regresó dejando una espléndida copa de tinto ante mí. Desafortunadamente, cuando acerqué los dedos y toqué la copa quedé horrorizado: había metido la copa en el microondas, en su afán por satisfacer mis caprichos termostáticos. Claro está que me la bebí sin rechistar.




* Un Gróf es un "Conde" en los países de habla alemana. 

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