31 julio, 2013

Sin noticias de Spiderman (en Budapest)

Las calles de Budapest serían el infierno para Spiderman, porque están cubiertas de cables de derecha a izquierda entre los balcones de un lado y otro de la calle, a lo largo, entre farola y farola, incluso de árbol en árbol, y, finalmente, en diagonal, no sé porqué, también.
dibujado entre 9.30-11.30, hoy, desde el Híradó Kávézó, en la esquina de Dohány utca con Erzsébet körút.
Se aprecian los cables por doquier.

Spiderman no quiere venir a Budapest, pero no hace falta porque los súpervillanos octopusianos con muchos brazos, las mujeres gato y los robots gigantes tampoco pueden moverse fácilmente por estas calles. El duende verde se comería los mocos al intentar sobrevolar las calles en su tostadora volante. Y de Lobezno, con esas garras de adamantium hiperconductoras de electricidad ... ni hablamos. 

Todos ellos tuvieron que ir al médico después de tropezarse con tanta cablería. Y fue entonces cuando se dieron cuenta de que los médicos húngaros atienden mejor a aquellos "clientes" (mentalidad que el socialismo no pudo cambiar) que pasan "d'estrangi" por la banda un sobrecito con dinerito extra. Así uno sabe que el médico trabaja con más alegría. 

Pero Spiderman no sabía que hay que "incentivar" a los médicos húngaros (hay que hacerlo sobre todo porque son los que no han emigrado a Alemania para cuadruplicar su salario). A Spiderman lo hicieron desnudarse delante de una fila de enfermeras gordas que se reían de su picha. Mientras, al Duende Verde le tocó esperar seis horas en una sala sucia con goteras junto a un niño que no paraba de berrear. Entre los cables y los hospitales... no se puede defender el bien ni el mal. Lo mejor es quedarse en escala de grises: comer carne con tomate; reutilizar las bañeras como sillones de pubs; tomar limonada que no lleva limón, sino maracuyá; entrar en la Unión Europea, pero no en el euro; echar de menos a los húngaros Szekély, pero no concederles el voto, etc... En Hungría no hay blanco y negro. 
Por eso en Hungría seguimos sin súperhéroes. 

30 julio, 2013

Inquietante llamada telefónica magiar

La famosa Librería de los Escritores a esta hora de la noche y tres alegres magiares campando con nocturnidad.

Seguramente lo más interesante que me ocurrió ayer fue la llamada tan extraña a mi móvil. Caminaba yo cerca de la estatua de Franz Liszt, en la porción de calle entre la California Coffee Company y la Írok Boltja (La Librería de los Escritores). Sonó mi móvil húngaro pero no reconocí el número. Era un número húngaro, pero no estaba entre mis contactos. La conversación fue así de rara: 

Yo - Hola.
V. - Hello.
Yo - Hello?
V. - Hello! ... Hola?
Yo - Hola!
V. - ¿Quién es? 
Yo - Soy Miguel. 
V. - ¿Miguel?  
Yo - Sí, Miguel Ángel. 
V. - ¿Miguel? ¿Qué Miguel? 
Yo - Pues no sé... soy Miguel Miguel Ángel, ¿quién eres tú?
V. - Yo soy Viktor. 
Yo - Viktor, ¿Qué Viktor? 
V. - Soy Viktor, soy taxista. 
Yo - Pero, ¿por qué me has llamado? 
V. - Tenía una llamada de tu número. 
Yo - Pues yo creo que no te he llamado.
V. - ¿Tú dónde vives? 
Yo - Pues... en este momento estoy en Budapest.
V. - Yo también. Soy de Budapest.
Yo - Uff, yo no he llamado a un taxi... pero la casualidad es que hablas español.
V. - Sí, ¡qué raro! 
Yo - Sí, esto es muy raro. 
V. - Bueno, no pasa nada, ¡saludos y hasta luego!
Yo - Eh... sí, ¡gracias! ...??... ¡hasta luego! 

Y así ha terminado la cosa. 
No he llamado a ningún taxi en toda la semana y, antes, el móvil estuvo apagado desde junio. ¿Cómo un taxista húngaro puede tener una llamada perdida de mi móvil? 
Este móvil nunca se desbloquea sólo: es de los antiguos. Supongo que de algún modo se ha pulsado un número al azar y ha llamado sólo... ¡¡Lo que me parece imposible es que ese número al azar sea un taxista húngaro que habla español y devuelva las llamadas!!

29 julio, 2013

Sin rollo


Se me ha acabado el rollo con lo del húngaro. Es una lengua muy agradecida porque aprendes cuatro tonterías y todo el mundo te felicita. Pero a mí después me preguntan que cómo es posible que sepa húngaro y entonces alguien explica que estuve cuatro años dando clase en Miskolc. De repente mis niveles de popularidad pasan de 100 a 0 en dos segundos. Igualito que los frenos de un Posche. 


El reencuentro... perdido.


Hoy hay anunciados para Budapest 41 ºC. Me refiero a 41ºC  de calor, para que quede claro. 

He comenzado el día en la California Coffee Company, con el imprescindible aire acondicionado y wifi, escribiendo sobre mi primera y única experiencia de találköző, pero he perdido todo lo escrito por culpa de un problema técnico. Con el cabreo y el calor que hacía no he reescrito el reencuentro con mis alumnos de hace cinco años en Miskolc. Quizá eran unas 400 palabras. Y me ha venido un bloqueo para todo el día. Una diarrea mental. 


Rubio leyendo un libro electrónico en la California Coffee Company en la Plaza Liszt Ferenc de Budapest. 


Por eso no recomiendo la aplicación Blogger para iPad, es pobre y no guarda automáticamente lo que vas escribiendo, como ocurre en el resto de las aplicaciones para iPad. He probado Posts para iPad, pero tampoco me convence la edición de texto: no puedo cambiar de párrafo y no se publican los posts. He probado después Blog Docs, pero igualmente no me convence, por ahora. 

Intentaré desesperadamente no pagar los 5€ que vale Blogsy, Ésta sí que tiene buenas críticas, pero ya hoy no te puedes fiar de las críticas, porque las compañías pagan por ellas (es uno de los grandes nuevos negocios actuales). De ahora en adelante, vuelvo a mi costumbre de escribir todo en Pages antes de nada. Pages no pierde nada de nada de lo que escribes, sin tener que pulsar ningún botón. Es una de las preciosidades de Apple.

De este modo, mis sentimientos sobre el reencuentro con mis alumnos de hace 5 años se quedarán hoy en el tintero, porque mi trabajo perdido junto a los cuarenta grados que se alcanzarán hoy en Budapest están haciendo mella en mí.  

26 julio, 2013

Urban Sketcher en Budapest


Este dibujo primero es de los días anteriores al viaje. 
Los trams que recorren la Calle Szechényi, calle principal de la ciudad de Miskolc: el amarillo Tatra y el rojo que trajeron de la ciudad de Viena, donde circuló anteriormente. 
Desde 2012 han sido parcialmente sustituidos por el nuevo y flamante tranvía llamado "Flecha Verde" (Zöld Nyíl). 


Siempre me han divertido mucho los buzones húngaros. Me parecen animales disney. Creo que con esas patorras van a salir corriendo en cualquier momento, ¿verdad? Éste lo encontré después de desayunar en el Café Alibi (Egyetem tér), cuando caminaba pasando el Rectorado de la Universidad, en la Calle Szerb, junto al Loch Ness Pub. 


Hoy por la mañana me he plantado a las 8h en la Catedral de San Esteban y ha salido esto. Sin duda, dibujar es una magnífica forma de mirar. Nunca me había fijado tanto en todos los detalles de este edificio. Ego sum via veritas et vita, lleva "humildemente" escrito, "Yo soy el camino hacia la verdad y la vida".


Después de caminar un poco he llegado a la Sinagoga y he parado a desayunar un sájtos szendvics con un alma teát. Con energías renovadas, he dibujado esta vista. 

Y ahora os escribo desde el Szimpla Kávézó, donde se les ha acabado la cerveza Dreher, así que estoy tomándome una Soproni, muy fría. 

Egészségedre!! 


25 julio, 2013

Agyő Európa, Európa agyő!

Cuando yo vivía en Miskolc representaron en el Teatro Nacional (¿os he dicho ya que en Hungría todos los teatros del país se llaman "Teatro Nacional"?) (Nemzeti Színház) una obra de teatro con el título Agyő EurópaEurópa agyő! Al pronunciarlo, no es difícil darse cuenta que es la transcripción fonética al húngaro de una palabra italiana: "Addio". Mientras que en español se utiliza "Adiós" para despedidas breves, tras las que vuelves a ver a la persona pronto, al día siguiente o la semana, en italiano utilizas "Addio" cuando nunca más volverás a ver a esa persona, porque no puedes o porque no quieres. Es mucho más dramático.

Mi amiga Danielle es de California. De allí supuestamente vienen los pimientos (kaliforniai páprika) rojos, amarillos y verdes que se comen muchísimo en Hungría (y en España). Danielle ha pasado dos años viviendo en España y ahora habla andaluz mejor que yo. Aunque se lo digan por la calle, en realidad, no se parece nada a Melanie Griffith, pero ya sabéis cómo son los americanos para nosotros los europeos: son todos iguales, como los chinos. 
Danielle canceló su viaje a Budapest en junio porque de repente le entró una tremenda nosztálgia: era su último mes en Córdoba y tener que marcharse le partía el corazón (one more time). La dejé en la estación aquella mañana llena de lágrimas en que regresó a Lala Land. 
Esa misma mañana en Córdoba, una hora después, también despedí en la estación a Kata, una amiga húngara de Mosonszentmiklós (cerca de Győr) que se marchaba a Budapest, pero sólo para el verano. 
Para completar el círculo, me acordé de otro americano: Joe Selmser, también de Lala Land. La primera vez que hablé con Joe comentamos que los dos teníamos la misma primera impresión de Miskolc: era como estar en España/California, pero 20 años atrás en el tiempo. Joe no conoce Córdoba, pero se enamoró de Hungría y se casó con Viki, una chica de Nyíregyháza. Historias, gente.

Danielle escribe un blog divertidísimo, bilingüe. Esta semana he leído dos blogs escritos por norteamericanos. El de Dani, "Kicking the spanish habit: adventures of a california girl in Spain" y el de Philip Done, "An american in Budapest". Me parece que mientras el de Danielle tiene el mismo sentido de la curiosidad, del humor y el gusto por los laberintos de la gramática, lo surrealista o lo complicado de mi propia escritura, el blog de Philip tiene un humor mucho más blanco, sus posts son más cortos y de ideas más claras y directas, es decir, lo que yo considero que es un estilo más "americano". Considero que meterse en camisas de once varas y debates bizantinos es algo más "europeo". 

Lo he discutido con mi amigo (y editor) Mario. Él piensa lo mismo: es como si los europeos hubiéramos estado fumando hierba antes de escribir. En cambio, lo común a los americanos es que escriben con entusiasmo y se admiran de la realidad. Aman aquello de lo que escriben. 
 
Danielle sabe que volverá a Europa, pero no será lo mismo. Lloraba porque se estaba despidiendo para siempre de su vida cordobesa. A los periodos de vida no se les dice "¡Hasta luego!", porque no vuelven. Por eso cuesta tantas lágrimas decir Agyő EurópaEurópa agyő!

Escrito desde la terraza del Café Alibi, en la foto que acabo de tomar, donde tienen uno de los mejores cafés de Budapest, (recomendación de mi amigo Dénes).  


15 julio, 2013

Alázat - Una hostia viene bien de vez en cuando...

A veces cuando me siento a escribir, con ganas irrefrenables, me pego de bruces con una pregunta: ¿sobre qué diantres estoy escribiendo? ¿Hablo de Hungría? ¿de España? ¿de mí mismo?

Dicen que dijo Mike Tyson: "todo el mundo tiene un plan, hasta que le pego la primera hostia". Yo tenía un plan, pero, por mi inconstante y ondulante forma de pensar, mi multitasking way of life, de vez en cuando tiendo a poner todo en duda y revisar mis motivos para escribir. Y me pego la hostia.


Cada vez que reviso mi biblioteca, para quitarle el polvo por ejemplo, me entra una crisis existencial del tamaño de un perol cordobés.


Tampoco es que haya leído todos mis libros: los he llevado a mi cama, los he tumbado bajo óscuras lámparas de mesilla de noche, los he acariciado para que me revelen sus secretos sin tener que leerlos con cuidado, los he ojeado y dejado escrito palabras en su interior, para después abandonarlos al desamparo de la estantería, en la cruel colección. Y ahora parece que leo mucho de tantos libros que tengo. 

Es verdad que internet nos enseña a leer superficialmente, como muy bien ha explicado Nicholas Carr en uno de los pocos libros que sí que he leído de cabo a rabo sin saltarme nada. 

Pero no es verdad que internet tenga la culpa de que yo leyese superficialmente ya antes saltándome párrafos completos. Tuve mis primeros contactos con internet hacia 1997 en el Aula de Informática de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, pero ya antes de eso leí "El Señor de los Anillos" saltándome párrafos y párrafos completos de aburridas descripciones de otoñales paisajes.  Boring. Por eso hago lectura de cabotaje todavía hoy a menudo. 

Hay que ser consciente de que si lees un libro "por encima", no puedes extraer de él la profundidad del mensaje. Es lo mismo que crítica Nicholas Carr de internet: si lees superficialmente, no puedes concentrarte en lo que lees. 

Como a todos los niños y a los húngaros, me gustan las estadísticas. Hay un número limitado de libros que podemos leer en nuestra vida. Dos libros por semana, serían unos cien libros al año. Multiplicándolo por unos 50 años... sale que podemos leer unos 5000 libros en toda nuestra vida. Esto justifica que algunos libros los leamos superficialmente y otros profundamente, porque no hay tiempo que perder ni para leer, ni para escribir, ni para nada. Este sentimiento se conoce también como "miedo a la muerte".   


Parte de mi pequeña y amada biblioteca magyar, tal como está hoy en mi estantería en Córdoba.
(Córdoba, Plaza de la Magdalena, 2013)
Cuando quiero escribir, se me juntan las ganas por el cachondeo de George Mikes, con la sinvergonzonería de Robert Capa el ansía de narrar las causas de la Historia de László Passuth o de Miklós Bánffy, las manías de los personajes de Antal Szerb y las ganas de explicar cada estatua húngara de Bob Dent. Quiero conjugar la melancolía autobiográfica de Péter Esterházy con pinceladas antropológicas a lo Gyula Illyés, el ojo y la oportunidad de Robert Capa, pero parecer intelectual como Artur Koestler, sin dejar atrás la maestría del retrato del alma humana de Magda Szabó, aunque en el fondo me sienta tan burgués como Sándor Marai.

Y así se me pasan las horas entre tanto gigantesco referente sin darme cuenta de que la única historia que puedo contar yo no es grandiosa, ni intelectual, ni tiene interés antropológico y además es la de sentimientos más torpes: es la mía. Porque la humildad ("alázat" en húngaro) también es ficare bene contigo proprio, como dice mi amigo Luis el portuñol. 


Ayer por la mañana iba a salir a comprar el pan y pasé casi un cuarto de hora buscando las llaves. Las encontré en la puerta de la casa, puestas por fuera. Habían estado allí toda la noche. La próxima vez añadiré un cartelito que diga: ¡Por favor, soy despistado, róbeme, pero no haga mucho ruido que estoy durmiendo!


08 julio, 2013

Ya no gritarán las grullas en mis oídos

Ya no gritarán las grullas en mis oídos,
por Iván SanJuás
Vaya por delante decir que mi amigo Iván es un tío mentalmente sano y muy simpático. Es muy sociable, sus alumnos y alumnas a los que Iván enseña dibujo y pintura están encantados con él (quizá especialmente sus alumnas) y siempre que salimos de viaje o de fiesta Iván está sonriente y es un gran bailongo. 
Dicho esto, si uno ve los cuadros que pinta Iván podría pensar que es un amargado y candidato a entrar en un MacDonalds con una recortada y cepillarse a todos lo que están pacíficamente deglutiendo lípidos con mostaza. Sus cuadros contienen muchísimo color negro y, en la décima parte de la superficie del lienzo, una figura translúcida que cumple alguno o todos estos requisitos: está de espaldas, compungida, se está contorsionando o no tiene ojos. 
Para los que creáis que estoy exagerando, echad un vistazo a algunos títulos de sus obras: 

La luz penetra donde no brilla el sol

No entres dócilmente en la noche callada

Negra leche del alba

Ya no gritarán las grullas en mis oídos (el de la imagen) 

A pesar de eso, Iván es buena persona y muy alegre, de verdad. Cuando viajamos juntos por Aggtelek, Szeged, Miskolc, Budapest y otros sitios de Hungría tuvo la genial idea de comprar un cuadernillo de viaje y sus acuarelas para que todos fuéramos apuntando y dibujando las anécdotas. Quedó una preciosidad de cuaderno. Con muchos colores. Y todavía tengo la imagen de Iván dibujando, o paseando y conversando junto a mí o bailando como un descosido en Barcelona aquella noche que nos reímos tanto y nos bebimos la última gota de aquel vodka polaco que tenían en ese bar.

También los húngaros son gente muy alegre, pero son gente alegre que cree que son gente triste. Esto es lo que pasa cuando "Szomorú Vasárnap" (Domingo Triste) es una de las canciones más famosas del país. Hablan de que todos les invadieron, pero también nos pasó eso en España. Aunque claro, nosotros invadimos América y ellos perdieron las Guerras Mundiales... Así que no se les debe discutir mucho sobre este punto. La melancolía es la dicha de estar infeliz. 

Búsqueda personalizada